quinta-feira, 16 de julho de 2009

El Topo no Historia documental del cine mexicano

García Riera, Emilio. Historia documental del cine mexicano. Vol. XIV, 1968- 1969. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994, p.283-286.

Filmada en tres episodios (Génesis, Profetas y Salmos) del 4 de agosto al 13 de septiembre de 1969 en los estudios América y en locaciones de San Luis Potosí, Huivulay, Pedriceña, Monterrey, Pachuca y Torreón. Estrenada el 15 de abril de 1971 en el cine Regis (veinte semanas). Duración: 90 minutos. Autorizaciones C.

Sinopsis del argumento. El Topo, pistolero barbudo, vestido de negro y acompañado de su hijito desnudo, enfrenta en una región del oeste norteamericano a los bandidos fetichistas de un coronel lascivo que usa varias prótesis. Los bandidos masacran a un pueblo indefenso y violan a cuatro monjes homosexuales. El Topo mata a los bandidos y castra al coronel, autorizándolo a suicidarse.

El Topo deja a su hijo con unos franciscanos agradecidos 8el pistolero los ha librado de la tortura de los bandidos) y l cambia por la ambiciosa amante del coronel, Mara, que desea verlo convertido en la pistola más rápida del oeste. Con Mara, El Topo busca en un desierto circular a los Cuatro Maestros del Revólver y los derrota uno a uno: el maestro II es edípico; el III, un pistolero perfeccionista que muere quemado; otro más es doble: un hombre sin piernas sobre un hombre sin brazos. Una lesbiana se interesa en Mara y El Topo es abatido sobre un puente colgante por balas de una pistola de oro. Rescatado y alimentado por un grupo de enanos y baldados, El Topo, purificado y sin pelos en la cabeza (se rasura cráneo, cejas, barba y bigote), copula con una enana, gana dinero como clow en las calles de un pueblo del oeste y libera a los lisiados de la caverna donde están presos, pero ellos mueren asesinados cuando bajan por la cuesta de una montaña y él, malherido, asume la posición del loto, se echa gasolina y se prende con un cerillo. Su hijo, ya un hombre, lo vengará y repetirá su historia.

Comentario. Este western zen, segundo largometraje de Alexandro Jodorowsky, no sólo tuvo un éxito enorme en el país y en el extranjero: inauguró además el fenómeno de las “películas de culto” en Inglaterra y en los Estados Unidos, donde provocó en un gran número de admiradores una suerte de fervor religioso. La cinta fue invitada al London Film Festival (noviembre de 1971) y proclamada por la revista inglesa Films and Filming la mejor entre las exhibidas en Londres en 1973; por otra parte, dijo Jodorowsky a su entrevistador Agustín Gurezpe (Excelsior, 26 I 72) que la cinta recaudó trd millones de pesos en diez semanas de exhibición en el cine Forum de Nueva York; en la misma ciudad, el teatro Elgin la exhibió meses y meses en funciones de medianoche, aunque sólo fue reseñada por la prensa underground.

Así quedaron recompensados los esfuerzos no comunes que hicieron posible “más que una película, una experiencia para toda la vida”, según su publicidad (otra frase en los anuncios. “todas mis virtudes nacieron de mis pecados”) En 1970, la Organización Editorial Novaro publicó un libro con el guión de la cinta, incluidas las partes que serían suprimidas por la censura mexicana y una “nota importante” introductoria que Jodorowsky escribió para explicar cómo hizo El Topo a partir de una pequeña historia, El túnel, encontrada en Zen Flesh , Zen Bones, colección de textos zen reunidos por Paul Reps. La historia quedó transformada según Jodorowsky por el guión, por la elección de los actores (fotografió “desnudos a todos los postulantes”), por las locaciones escogidas (durante mes y medio recorrió con el fotógrafo Corkidi “gran parte de México (…) en estado sonámbulico” para encontrar “los sitios más extraños, más teñidos de inconsciente telúrico”), por la Dirección de Cinematografía, que “aconsejó” suprimir entre otras cosas “la secuencia del cadáver cortado en trozos y lanzado dentro de una caja”; por la filmación misma (cerca de Torreón, en un sitio solitario con más de 40 grados centígrados a la sombra, el realizador desistió de filmar “una estampida de dos mil conejos vivos que rugieran como caballos enloquecidos o leones”, pues no había tantos conejos en el lugar; como sólo halló 300, decidió mostrarlos muertos y no en estampida), por la edición, por la regrabación del sonido (un ejemplo: a la madre del segundo maestro le quitó la voz y le dio gritos de aves) y, de nuevo, por Cinematografía, que dejó a la cinta en media hora menos.

Jodorowsky hizo además declaraciones sobre El Topo para tres números del diario El Heraldo, recogidas en los dos primeros números del diario El Heraldo, recogidas en los dos primeros casos por Rubén Torres y en el tercero por un periodista anónimo. He aquí partes de lo dicho a Torres:
Los vaqueros son los samuráis de occidente (…). La historia se basa en la búsqueda de sí mismo que hace un hombre y que llega al renunciamiento total. En esto hay una analogía con el topo, un ser que cava galerías incansablemente y que cuando la encuentra (la luz) queda ciego. (…) El dinero que vamos a invertir ha sido sacado en parte de la venta de mi película Fando y Lis a la Cannon Company que la empezará a explotar comercialmente en los cines de Broadway. (26 VI 69)

Empleé tres mil litros de sangre artificial para mi película (…). (…) los balazos en mis actores (…) más bien parecían orificios de cañón. (…) me acordé de una frase del marqués de Sade (…): “Lo excesivo es genial”, y decidí hacer un río de sangre. Así que improvisé una charca de medio kilómetro de largo para hacer un pantano sanguinolento. (…) José Antonio Alcaraz (…) interpretó a un sheriff que en sus momentos libres toca al piano sonatas de Mozart (…) (a) Mara Marcel (o sea, Mara Lorenzio) (…) la conocí una tarde en la Zona Rosa (…) Me imagino que en estos momentos debe andar deambulando por Londres. Salió de la nada y ala nada volvió. (…) También filmados una puente colgante que se encuentra en Dinamita, un lugar vecino a Torreón. El puente debe tener unos 200 años de existencia y hay partes ya podridas, sin embargo allí a 800 metros de altura nos trepamos todos y filmamos (…) (18 IX 69)

En las terceras declaraciones (7 IV 71), Jodorowsky aludió a la invitación hecha a El Topo por Robert favre Le Bret, director delegado del XXV Festival de Cannes:

He recibido la noticia con toda humildad. (…) El director del festival dice que es una pequeña obra de arte surrealista y yo creo que es una película pánica. Sin embargo, acepto cualquier clasificación que quieran ponerle. (…) casi siempre en los westerns, los mexicanos aparecen como malvados, y en éste, en la secuencia de los conejos, aparece un mexicano sabio. Su nacionalidad es más identificable porque en este personaje utilicé poesía náhuatl para definir su lenguaje. (…)

El Topo fue exhibida en Cannes, pero no concursó, pues las autoridades mexicanas negaron su apoyo a una película cargada de audacias eróticas y que podía ser vista como obra de judíos y blasfemos; su protagonista, por ejemplo, decía en algún momento “yo soy Díos” y, al ser abatido sobre el puente, extendía los brazos como un crucificado y exclamaba ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Por fortuna, hubo en México y en todo el mundo muchos espectadores inmunes al escándalo, y el gran éxito de la cinta fue una victoria de la libertad de expresión. Eso, en lo particular, me gustó mucho más que la película misma. No sólo soy bastante reacio a los símbolos, sino incapaz por lo general de interpretarlos, y si pude gozar de la belleza insólita de algunas imágenes, más pesó en mi ánimo el aburrimiento ante una sucesión de situaciones y gestos no bendecidos por el sentido del humor y sí afligidos por el aire solemne trascendental y mesiánico. Por eso, en honor al juego limpio, creo justo citar al crítico inglés Gordon Gow (Films and Filming, XII 73), favorable a la película, para dar idea de lo ofrecido en ella:

La lujuria (…) es irónicamente epitomizada por un bandido que coloca cuidadosamente pequeñas nueces en una roca plana con forma de cuerpo femenino y procede a mastubarse comiendo nueces durante el proceso. Los rufianes del coronel afrentan a Mara bailando con deseo a su alrededor y blandiendo cada uno una iguana viva cerca de su pene. En el abrasador desierto, una roca de forma fálica surte un generoso chorro de agua. El primer maestro es preparado la contienda, y su cabello es aplanado por los hábiles dedos de los pies de un hombre sin brazos. El Topo vengador copula con Mara mientras yacen enterrados en la arena suave; sus miembros emergen gradualmente, y partículas arenosas destellan sobre sus cuerpos bajo el ardiente sol. El segundo maestro tiene un león encadenado como un deseoso símbolo de virilidad y una pistolera suspendida ante sus genitales, pero es un adorador de su madre, a quien besa los pies. Una irónica pulcritud señala la muerte del tercer maestro cuando su disparo elevado converge con uno del Topo sobre un estanque circular, y, en algo parecido a las confrontaciones tradicionales de los cowboys en los westerns, todo culmina con la caída como una piedra del blanco cuerpo en el agua, que rápidamente se vuelve roja con la sangre de la víctima. La lesbiana rebana una fruta y recorre su dedo por un borde para hacer un surco; a eso aplica su codiciosa lengua antes de tener su suculento contacto con Mara y besarla inequívocamente.

El cabello del Topo, en su segundo aspecto de hombre santo, adquiere un súbito aspecto leonino hasta ser cortado completamente; así, de ahí en adelante, El Topo podrá hacer de clown con aspecto de humildad. Y la población a la que debe ir es evidentemente perversa. Para deleite de sus ciudadanos, un esclavo negro es perseguido por un jinete de rodeo que blande un lazo, y a otros se les aplica una siseante marca de hierro candente en sus carnes mientras los muy maquillados rostros de las más viejas mujeres del pueblo exultan de aprobación. Esas mujeres, en su relativa privacía, y en una secuencia que remeda mucho a Fellini, son atendidas con cosméticos por un joven eslavo negro cuyo cuerpo ellas codician y encima del cual luchan entre sí con gruñidos de celo animal mientras lo acusan, simultáneamente, de asaltarlas. El lente eye fish es muy aplicado a los servicios de iglesia en el pueblo, donde las emociones de la resurrección se unen a las disputas de la ruleta rusa, todo combinado con la muerte del más joven y seguramente más inocente miembro de la consagración.

Cuando El Topo acecha antes del clímax, con su cuerpo cada vez más pinchado por las armas de la gente del pueblo, uno recuerda a Mifune recibiendo multitud de flechas en el Macabeth japonés de Akira Kurosawa, Trono de sangre. Y hay en verdad frecuentes puntos en que las alusiones a otros directores pueden ser discernidas. Pero eso no disminuye lo que de individual tiene el poder fílmico de Jodorowsky. Junto a las composiciones que abocan al horror (un cuervo, por ejemplo, a horcajadas sobre el cadáver de un conejo, un maestro yacente y dejado a merced de un enjambre de avispas), la película es capaz de aclararnos los ojos con cuadros de esplendor gratificante, especialmente en paisajes arenosos bajo cielos claros, o en la visión de las estalactitas de la caverna, o en el raro momento de quietud en el que El Topo se sienta en el saliente de una roca volcánica para tañer una flauta.

El sonido también es empleado con fuerza excepcional: los chillidos de las aves de presa en el pueblo saqueado, el rechinido de las vigas de madera de donde penden los ahorcados, el quejido de un globo al desinflarse, los ruidosos balidos de las cabras cuando El Topo dispara a los tres primeros bandidos, o su claro y ominoso taconeo sobre la piedra donde tiene a raya al vicioso coronel.

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